Estaba muy nerviosa, mi vida en unas horas volvería a ser como antes, este extraño había conseguido sacarme las sonrisas que había dado por perdidas, y este mismo chico me.. había... ¿enamorado? Imposible, el amor no estaba hecho para mí, no, no, no y rotundamente no.
Miré el móvil y tenía dos mensajes, eran de mi ex "tenemos
que hablar" "Gracias por pasar de mi ¿eh? Cuando te de la
gana me hablas que es importante." ¿De qué iba este
gilipollas? Lleva semanas mareándome y ahora me viene con esas...
Era hora de actuar yo y decirle que dejara de meterse en mi vida, que
ya no era parte de ella y no quería saber nada de él porque tan
sólo me hacía daño... Escribí un mensaje y se lo envié. Quería
romper a llorar, ¿no se daba cuenta de todo el daño que me estaba
haciendo pasar? ¿No se daba cuenta de que me sentía culpable de
todo? Era mejor que nuestros caminos se separaran.
Aún quedaba una hora para quedar con Astaroth, pero decidí salir
para despejarme un rato.
Comencé a pasear por las orillas de la
playa y las lágrimas comenzaron a empapar mi rostro. ¿Cómo el
tiempo pasaba tan rápido en lo bueno y parece eterno en lo malo?
Seguí pensando y encerrándome en mi mundo de sentimientos
contradictorios hasta chocar con alguien. Era él, le abracé tan
fuerte que casi pude sentir como se quedaba sin respiración y mis
lágrimas comenzaron a empapar su ropa. Astaroth me abrazó mientras
me acariciaba con ternura el pelo y me susurró: "tranquila, yo
estoy a tu lado", si, ahora estaba a mi lado, pero en unas horas
dejaría de estar y probablemente se olvidaría de mí... Estaba
asustada y triste. Asustada porque volviera a recaer, volver a la
monotonía, al standby, no disfrutar y aprovechar mi vida...
Me llevó andando descalza por la playa hasta llegar a un sitio
donde sentía el calor de una llama de fuego encendida. Y por fin
pude ver dónde me encontraba, era una cabaña de madera adornada
con fogatas. Era muy acogedora. Una mesita de madera adornada con
velas, un sofá junto a la leña ardiendo sin temor. Cenamos juntos,
sacó una manta y nos tumbamos fuera los dos juntos a mirar las
estrellas. Le acaricié el rubio cabello con suavidad, me apoyé
sobre su hombro y le di las gracias por todo lo que había hecho por
mi y susurrándome que me quería, cerré los ojos y me dormí.
Al despertar me di cuenta de que estaba abrazándole. Estaban
comenzando a asomar por la línea del horizonte los rayos del sol así
que vimos un precioso amanecer juntos. Me dio un beso en la mejilla,
nos levantamos y me acompañó hasta la casa de Fiorella.
Una vez allí comencé a hacer la maleta mientras las lágrimas
recorrían mis mejillas. Nunca imaginé una despedida tan dura. El
autobús salía a las diez de la mañana, así que terminé de
organizar todo, me aseguré de que no me olvidaba nada y cerré la
puerta de la habitación.
Fiorella se encontraba en la cocina, fui
donde estaba y le abracé con mucho cariño. Le di las gracias por
todo lo que había echo por mí y salí a la parada del bus.
En la parada se encontraba Astaroth, esperándome como siempre. Al
verle mis ojos comenzaron de nuevo a soltar toda esa tristeza que
habitaba en mi interior, él me abrazó como siempre hacía, me
acarició el pelo y me besó por última vez.
Subí al autobús y en seguida vi desde la ventanilla cómo todo
un mundo diferente se alejaba poco a poco y yo volvía a la realidad.
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